... Dejaría todo tirado, incluso perdonaría tus faltas de tildes, me haría el loco viéndote escribir "vacío" con ese, con tal de ver tu cara cada mañana junto a la mía, justo al despertar...

UTOPÍA DE LO SIMPLE!

G.M.V.

domingo, 23 de octubre de 2011

Me enseñaste...


Dejaste en mí huellas imborrables, hiciste que me sintiera frágil nuevamente, desnudaste mi alma, mi cuerpo, mi ser y engrosaste el hilo de donde prendían mis miedos, avivaste la llama de mis complejos y troquelaste cada parte de mis huesos con tus acciones.

Me enseñaste que la confianza no se le da desconocidos, me enseñaste a amar sin límites recibiendo migajas que tenían que alimentar un ego herido, sí que me enseñaste…

Me enseñaste que nunca puedo volver a entregar un mundo a quién no lo valora, a ver másallá de una cara de ángel y sí a ver el profundo y complejo mundo de los ojos, a ver las acciones que desdibujan la perfección superflua…

Cuanto me enseñaste, me enseñaste a estar solo de manera obligada, a perdonar arregañadiente, tener que callar todo, a no poder reclamar nada, a sentirme utilizado al límite y a no poder hallar razones claras…

Contigo aprendí a ser el juguete de tu entretención, contigo entendí que amar es algo de dos y no como en mi caso de uno solo, aprendí que la madurez no es años, no es experiencia, la madurez es simplemente una cualidad que se tiene o no, y en tu caso está extinta!

A tu lado aprendí a dormir con miedo, a levantarme ansioso y a esperar un cambio que no llegó.

Junto a ti aprendí que no vale la pena idealizar, que no es necesario esperar, aprendí que se puede tener 18 años de vida y una recorrido que nada que envidiarle al de mi abuelo, entendí que no puedo ser tan bueno y que debo abstenerme de amar con el alma, el corazón y la razón en una misma línea de acción, aprendí estando contigo, que no puedo ser igual a lo que he sido siempre, me enseñaste y de que manera, que no puedo creer en sonrisas efímeras y en te quiero fulminantes, aprendí contigo a sentir lo que es la traición…

Todo eso aprendí, pero te fuiste justo en el proceso donde debiste haberme enseñado a olvidarte de la misma manera imprevista y fugaz que de mi vida desapareciste… Solo te faltó enseñarme a no recordarte, no pensarte y no sentir que el alma se arruga mientras el corazón busca a gritos agujas de oro, que logren por lo menos remendar el daño que tu aleccionamiento me dejó!


G.M.V